3.5.06

A un escritor extranjero

Dos espejos en la muchedumbre oscura.
Desborde flamígero,
ávidos de peligro
mutilamos las leyes y los estados.
Mientras me defiendas por mis letras
y sedienta de las tuyas te olvide extranjero,
nos someteremos al juego,
señor involuntario de las palabras,
para que hilvanes mi ternura con cintas de luz
y envuelvas mi túnica, y mi pluma.
Cuando tus vocales vibran en mí,
los cimientos del mundo caen
y se potencia infinitamente el trueno...
Es la fuerza de nuestras raíces que danzan
al perderse en el bosque la penúltima nota.

5 comentarios:

Héctor Jorquera dijo...

una palabra suya basta para sanar(me), la capital asusta a todo provinciano, pero esta mañana no hay edificios sino alerces, que ondean túnicas blancas en lo alto de su resurreccion, las margaritas inventan deshojes de olvidos temporales en las silentes risas de tanshumantes que vadean avenidas, los carros se adentran en las raices de túneles luminosos y créame, los campanarios me reiteran su nombre

Anónimo dijo...

Pues todos los escritores extranjeros estamos de parabienes, musa de América!

Anónimo dijo...

En tierra de letras nadie quiere ser extranjero... a tu corazón de poetisa. Felicitaciones!

Anónimo dijo...

En mi bosque de Sherwood bailan tus notas, y has puesto a danzar duendes y hadas. Gracias por este festín inesperado de luces y música.

@Igna-Nachodenoche dijo...

¿Yo también estoy de fiesta?
Gracias también a los del otro lado del océano.