7.5.17

La verosimilitud del sueño se extiende
a los primeros segundos de la vigilia.
Una sensación infundada de bienestar
me abraza y me retiene.

Tu voz, que sólo allí es diáfana,
se desdibuja entre los ruidos de la ciudad.
La calma, ajena a los grises de la rutina,
fluye cual cosquilleo de un cuerpo adormecido.

En aquella juventud sonreíamos libres.
Entre infinitos universos alternos
existe uno en el que vos me soñas.

Y desde mi espejismo al tuyo transcurren
millones de partículas, y a la vez
un único paso en el mundo onírico.

7.1.17

Fluctuaciones

En los minutos previos al sueño,
en las horas ociosas,
en los escenarios oníricos,
se esconde, late, acecha.
Bajo la forma de la nostalgia
o del camino nunca atravesado,
se alimenta de la naturaleza humana
insatisfecha por su finitud.
Hoy no logra alcanzarme.
Me dejo llevar por el incesante río
que fluye, cambia, renace.
Cada día un nuevo rostro y una nueva voz.
No existen las conjeturas y el pasado.
Cada letra borra la anterior,
sin que ninguna de ellas te posea.

No hay esclavitud en la fluctuación.

3.3.15

Espejismos



En sus ojos oscuros te encuentro. 

Sus miradas estratégicas

no ocultan el juego efímero.

Sus gestos me sumergen en vos.


Sonrío porque has vuelto, por unas horas.

Él confía en que esa noche se encarnarán

nuestras promesas vacías.

En sus sutiles caricias recuerdo tus manos;

pero nuestras bocas no se entienden,

y sus labios en mi cuello no te igualan.

Me río y él se enoja.



Sé que no volveremos a vernos

(yo no soy lo que él espera,

Él no es más que un espejismo).

Lo abrazo con el ímpetu

de las despedidas.

Él ya no simula interés.

Las luces y la música me hipnotizan,


y soy feliz.

4.4.11

La sombra del fracaso

Ni la reunión de todas mis fuerzas,
ni el ímpetu de la ilusión recobrada,
ni mis virtudes más certeras,
ni el anhelo profundo de entrega…
Nada te retuvo.

Sos el fantasma de aquel que vive sólo en mi recuerdo.
Del ensueño juvenil no queda más que el goce efímero.
Derrumban mi idolatría tu voz cobarde, tu cómoda resignación.
Tu boca insípida y atolondrada perturba
el fresco rumor de aquellos labios enamorados.

La sombra del fracaso me devuelve al presente.
No reflejarás tu azul en unos ojos pequeños.
La rutina se instala, sin pronóstico de cambio.

3.3.10

Secreta melodía


En cierta alfombra una mujer te espera.
Su mano emula la caricia soñada.
Derrama su pelo en aquella almohada
efímera que a tu pecho falsea.
Al latir de tu música arquea
la espalda de cuyos lunares
tu pródiga boca es dueña.
Tus dedos dibujan su cintura,
pentagrama de Gritos de ternura,
húmedas notas tu lengua puntea.
Ansía la noche en que la hoguera
proyecte su azul sobre los cuerpos 
conjugados en armonía.
Secreta es la melodía
que de amor su alma conjura.
Cifrado es el destino de su locura.

Espejismos nocturnos

La fuerza de tu mirada me condena;
infalible virilidad incita
a dejarme someter por tu lengua
que hurga lo insondable de mi boca.

Te capturo con mis piernas, ansío

el doloroso primer encuentro; el vaivén
de tu pelo en mi cuello, en mi hombro;
tu aliento excavando el silencio.

El peso de tu cuerpo en mi vientre;

ardiente roce presagia
la fresca saciedad que engendra.
Vida tus palabras despiertan.

Espejismos nocturnos te encarnan.

No basta el asombro, ni tibias notas
lejanas. Manos etéreas no calman
el rumor de mi sangre, la angustia de mi piel.

21.1.10

Amor cómodo

Los rostros de hombres pretéritos acechan.
En el parque, escenario de una misma historia,
tu abrazo anestesia nefastas memorias.


El que amé ensombrece estas horas
con el recuerdo de los días
en que la extática admiración
impulsaba un ánimo invencible.

Mis caricias son vacuas reproducciones
de aquellas que engendraba la pasión.
Para encenderme, pienso en él.
Cuanto más amado te sientes, más lejos estoy.

26.7.07

14.4.07

Reencarnaciòn (o "Libre")



.......... en el dìa de mi cumpleaños.............



Lejos del aburrimiento existencial,
de la perturbaciòn y el caos,
busco el eje de mi cotidianeidad,
la conexiòn con un Dios no mìtico.


A pesar de las bifurcaciones
de la esencial duda,
y la carga de ser artìfice
de este tiempo breve...

Por amor a los trascendentales...



... CAMINO,

Sin mirar atrás.

28.3.07

La Pitonisa



a mi hermano


Lejos de mi suelo, camino sobre las huellas que olvidaron miles de años.
A pesar del calor, del terreno cada vez más empinado y del gentío y las insistentes recomendaciones de la guía, Delfos se yergue frente a mí.
Mensajes tallados en las rocas, libros eternos, las capillas votivas marcándome el camino... Recorro el estadio olímpico, pensando que en éste, alguien igual (y tan distinto) a mí, entrenó cuerpo y espíritu en busca de su areté. Sobre esta roca que hoy palpo, descansó entre carreras y meditó antes de encomendar a los dioses su victoria.
La guía concluye las explicaciones y regatea el tiempo libre. “Una hora” sentencia, y el grupo se dispersa. Abandono el estadio.



Los turistas ostentan cámaras fotográficas y botellitas de agua. Estoy sola. Me acerco, tanto como las vallas me lo permiten, a la rampa del Santuario de Apolo. Constato no ser vista, y me cuelo entre los restos exteriores del templo. Los rozo pensando que quizá no vuelva, que realmente estoy ahí y parte de ellos se quedará conmigo para siempre. El espacio entre las rocas es estrecho; sus aristas me raspan las piernas.



No sé qué hora es, pero no ha pasado demasiado tiempo desde que me alejé del grupo. El calor empieza a afectarme, y entonces me siento en una de las piedras que rodean al templo. Lo observo, lo grabo en mi memoria. Las columnas conservadas, el interior desnudo, los desniveles, los cuartos.


El sol en mi cara. Tras el templo, me hacen sentir a Dios las montañas cubiertas de árboles y el cielo turquesa. Doy vuelta las palmas hacia éste, cierro los ojos, relajo cada parte de mi cuerpo hasta anular los sentidos.
Un leve cosquilleo recorre mis manos, desde la muñeca hacia los dedos. Lo atribuyo al calor. Se intensifica. Me inquieto.


Abro los ojos: nadie a mi alrededor. Se han ido sin mí, o me estarán buscando o esperando… ¡se hace tarde para continuar el recorrido!
Me incorporo. En lugar de pantalones y remera, estoy usando un vestido blanco. Ya no tengo el cabello suelto sino arreglado con un peinado extraño. No llevo sandalias, estoy descalza. Me quedé dormida, pienso, y río de las locuras que sueño. Acaricio la tela, las cintas... ¡¡¡si pudiera verme!!!


El Santuario se encuentra íntegro y no hay vallas a su alrededor. Me sorprende su magnificencia. Es mi oportunidad de entrar, pienso.
En lugar de rocas diseminadas, un muro rodea el templo. El isquegaón, digo. Todo en ese lugar me resulta insólitamente familiar, conozco el sitio de cada ofrenda. Y sé dónde me esperan.

Una rampa señala la entrada. Suave mármol bajo mis pies (el mismo que recubre la fachada y las columnas). A mi izquierda el ex voto de Polízalos, y a la derecha, el de Cratero. Atravieso el Peristilo, y ya en el Pronaos, interpreto la frase grabada en el friso, “Conócete a ti mismo”, como una orden para adentrarme en el templo.
Cruzo la Cella y arribo al Altar de Poseidón. Elevo una oración frente a la estatua de Zeus. La inicial diversión es ahora una angustia foránea. Mi caminar se ha vuelto pausado, mi gesto altivo. Continúo hacia el Altar de Hestia, me inclino ante al fuego eterno. Desciendo al antro, subo al Adyton.
El rey Creso y los sacerdotes aguardan en la estancia contigua. Éstos últimos me transmiten la pregunta.

Bebo de la fuente Casotis y mastico hojas de laurel. Apoyo mi mano sobre el Onfalo, y aspiro los vapores de sus grietas. Mareos. Apenas en pie espero las palabras del gran dios. Finalmente, Apolo responde. Entonces, profiero sonidos ininteligibles y sin fuerzas, consigo sentarme en el Adyton.
Casi imperceptible, la interpretación de los sacerdotes y Creso pidiendo consejo. ¡Los sacerdotes mienten! Los hijos de Lidia morirán en manos de los persas y no podré evitarlo sin un alto precio.
Me arriesgo a que Creso confíe en mí. Salgo a su encuentro. Pido a los sacerdotes que se retiren, debo hablar con el rey. Se resisten e invocan que aún me encuentro bajo los efectos de los vapores. Le anuncio a Creso el destino fatal de su pueblo. Entre risas declara que su ejército es invencible. Los sacerdotes me sujetan por los brazos, la acompañaremos para que descanse, alegan. En el cuarto subterráneo me golpean y amenazan, hasta que no comprendo su lengua...

Una sensación de ahogo me despierta. Toso. Abro los ojos... ¿qué ha sucedido en mi amado templo? ¿Quién son esas personas que caminan apuradas, usando atuendos exóticos, hablando en múltiples idiomas?
Me incorporo. En lugar de mi vestido blanco estoy usando ropas extrañas. Tengo el cabello desarreglado y en los pies llevo sandalias ajenas.
Me quedé dormida, pienso, y río de las locuras que sueño. Una mujer dice algo y todos la siguen. También la sigo, curiosa de los límites (o no) de la imaginación.
El sol brilla sobre las ruinas de un anómalo Delfos.

12.3.07

Conversión


Ignoro la causa de la implosión
(amor - odio, nuevo orden, mismas partículas ardientes).

La locura que me constituía en jueza de tus actos, borró los fundamentos particulares. Sólo perpetuó la convicción de que defendía un vínculo sacro (razón suficiente para confundir el orgullo con el querer).



Muerta la sacerdotisa, y vuelto anticristo el monje, no subsiste más que algún recuerdo pagano.