Cuando La Noche me engendre ubicua
y pueda elegir formas y colores,
me apropiaré de tu voz;
derramaré en otros su secreta poesía,
esa artificial complejidad,
matemática devoción
que desdibuja tu nombre.
Ellos encarnarán tus símbolos
y con fría certeza emitirán
el juicio más temido.
Cuando clames auxilio,
se habrá perdido mi escudo.
Entre multiplicados retratos,
se esconde el único injusto,
el mío.